miércoles, julio 13, 2016

Saudade

Una vez quise saber quién eras.

Me intrigó la diferencia entre mi vida y la tuya,
tu silueta extraña, ajena, comprensible
tus patrones - que ni distinguía:
eran azares, destellos,

movimientos impredecibles.

una vez, una vez. Una vez quise saber.

Y nunca supe.

¿Quién eras?
te llevó un soplo de tiempo,
y con el pasar del viento noté de nuevo tu existencia.

Solo que ya no eras como una mota de color en la pared blanca de mi inocencia,
si no que mi conciencia cobraba color,
y mejor te comprendía de este lado del abismo que separa el hoy y el hace cien años.

¿Pero quién, quién eras ayer?
Entiendo hoy que mis ojos no habían crecido.
Al descubrir de la pregunta que quedaría siempre sellada
como todas esas ramas de presentes, pasados y futuros que se secaron al crecer
(esas alternativas que duelen y torturan con su ausencia)
me embargó una tristeza, una nostalgia.

Hay cosas que se comprenden sólo con trazos en la piel.


Una vez quise saber quién eras.

Entonces también estuve triste;
de alguna manera sabía que eras invisible para mí.

ahora, más que verte, me veo reflejado, refractado, contrastado, distorsionado
y me descubro en ti...
y en la locura de mil trozos de mi proyectados y desviados
te descubro como puedo en el tiempo que no tengo.

Si al mirar atrás aprendo que mis ojos no estaban tan bien,
cuando más adelante mire hacia aquí, ¿descubriré lo mismo?


No te veo. No te vi. No te veré.
Apenas me veo yo, y no me explico el afán.
Entre luz y contraluz, es difícil notar nada -
con el cambio de las sombras se transforma lo concreto.

En algún momento te vi rebosando de sabiduría.
En algún momento te vi rebosando de rebeldía.
En algún momento te vi rebosando de vida y fuerza y brío.
En algún momento te vi... o, mejor dicho, creí que te vi
y me hice un tatuaje de la idea - que eras tú - en el alma.

Una vez, quise saber quien eras.
Marcas, indeleble, un lugar como mil otros.
Hoy, como ayer, te llevo en mi.
Ayer, como hoy, te desconozco.