Silbido Silencioso
- Francis, es hora de apagar la tele – Grita mi madre desde la cocina. – Recuerda que mañana debes llegar temprano al instituto.
- Sí madre, lo que digas – Respondo. Apago el televisor aunque están dando mi programa favorito “Ghost Hunters” y me voy a mi habitación.
Mi madre siempre dice que esos programas de terror van a terminar dañando mi mente, pero me niego a creerlo; no es posible que un simple programa de fantasías sobrenaturales pueda dañar algo.
Busco mi pijama, hago la oración diaria y me acuesto a dormir; justo como todos los días. Y, como ya es un hecho diario, me cuesta muchísimo conciliar el sueño. Es así desde que tengo memoria, pero creo que ha empeorado desde que tengo los 15 años. Mi madre, como siempre, sólo dice que me pasa por estar viendo esos ‘tontos y ridículos programas de terror’, pero pienso que hay una razón que va más allá de eso.
... La verdad es que siempre que me acuesto a dormir siento que hay alguien que me vigila desde el lado opuesto de la habitación; a veces es un poco espeluznante, pero creo que estoy comenzando a acostumbrarme a esa presencia. Espero algún día poder hablar con esa persona y saber por qué me vigila.
En mi cama, acostado, veo mi reloj de pared marcar las 12 a.m. y aún sigo sin dormir. Con esta rutina nocturna no es difícil imaginarse por qué tengo tan prolongadas ojeras debajo de los ojos.
En este cuarto siempre me pasa algo misterioso, es que después de las 12:06 a.m. del reloj de pared nunca tengo conciencia de lo que pasa a mi alrededor. Despierto sin recordar nada a excepción de ver la luz del sol, y con un gran hueco en la mente, como si mis sueños hubiesen sido extraídos.
Antes solía temer mucho ese extraño evento, ahora es tan sólo un momento más de mi día.
Tic Toc, Tic Toc
12:05 con 56 segundos, marca el reloj; 12:05 con 57, 58, 59…
12:06
- Hola, Francis, ¿sabes quién soy? – Dice una voz siniestra, que sale de entre una espesa neblina que no me deja ver nada. No sé dónde estoy, ni cómo llegué aquí.
- ¿Quién eres? – Pregunto, con un tono algo confuso en mi voz.
- ¿Acaso no me has sentido observarte todas estas noches?, ¿no me has sentido devorar tus sueños? - Dice la voz, y se erizan todos los vellos de mi espalda. ¿Quién es y qué quiso decir con devorar mis sueños? Quizás es quien provoca mi amnesia nocturna.
- Dime, ¿quién eres? – Le digo valientemente, tratando de hacer que mi voz suene lo más segura posible.
- Ja, ja, ja. Mi nombre es Isabel, la condesa. – Dice ella con una extraña satisfacción en la voz, mucho más femenina que antes.
Pienso durante unos segundos qué debería decir.
¿Estaría bien si pregunto lo que quiero saber o sería muy peligroso?
- ¿Por qué me vigilas siempre? – Termino preguntando, y trato de dejar mis dudas a un lado.
- ¿Acaso no temes, pequeño? – Dice Isabel, mientras muestra algo de intriga en su cara.
- ¿Por qué habría de temerte? Esto es sólo un sueño - Digo haciendo énfasis en la palabra ‘sueño’. Ella me mira con un brillo en los ojos.
- Entonces ya te has dado cuenta… - Dice Isabel – No todos los chiquillos con quienes hablo se percatan de que están soñando. - Continúa.
- ¿Por qué no me habías hablado antes? – Pregunto esta vez. Tratando de obtener tanta información como me sea posible.
- Eso no importa, Francis. Ahora lo que importa es que me busques. Búscame en tus sueños. - Dice ella y comienza a desvanecerse entre la ahora más espesa neblina.
...
- Francis, es hora de levantarse. Apresúrate o llegarás tarde al instituto. – Grita mi madre desde el piso de abajo.
Despierto y luego me siento en el suelo, a tratar de comprender mi sueño reciente.
No me cuesta mucho creer en todo lo que ha pasado, porque siento que hay alguien allí, mirándome.
Todo está claro para mí ahora, mi objetivo es encontrar una manera de ver a Isabel. Debo saber por qué soy tan atractivo para ella.
...
- ¿Alguna vez has visto un fantasma? – Le pregunto a mi madre, con un poco de temor a lo que pudiera responder.
- Hijo… - Pronuncia ella cariñosamente y pone su mano sobre mi cabeza – En verdad a veces me asustas. Mírame... sólo quiero que sepas que cualquier cosa que hayas visto fue sólo un producto de tu imaginación. Y ya deja de pensar en eso, me inquietas.
- Uhm… está bien, madre – Digo con inocencia, para tranquilizarla.
Mi madre me abraza, me da mi almuerzo y sale afuera a esperar que me suba al automóvil de mi padre, como de costumbre.
Mi padre no vive con nosotros, se fue de casa cuando yo tenía sólo 5 años. Ahora todo lo que hace es darnos, de vez en cuando, transporte.
Al llegar al instituto voy directo a la biblioteca y me escondo sigilosamente. De inmediato me pongo a leer libros sobre temas sobrenaturales, buscando la manera de contactar con Isabel.
Pasan varias horas, cuando al fin encuentro en la última esquina de la biblioteca un libro que podría ser de utilidad. El libro dice en la portada "Druida Blanco". Lo escondo en mi mochila, y me voy de la biblioteca tan sigiloso como llegué a ella. Luego espero en el baño el timbrazo de salida, y a mi padre para ir a casa.
...
- Hola hijo, que bueno que llegaste – Dice mi madre con una amplia sonrisa en la cara. - ¿Ya te sientes mejor?
- Hola madre, ¿qué hay de comer? – Digo con la cara más inocente que puedo mostrar, ignorando la segunda pregunta.
- Bueno, he hecho tu comida favorita, ¡Te preparé lasaña! - Dice ella muy emocionada.
- ¡Sí, muchas gracias madre! – Digo indudablemente feliz – Pero... creo que debo hacer algo más… lo siento. ¿Puedo tenerla luego? - Y sin decir una palabra mi madre me mira con ojos de consentimiento y mueve la cabeza dejándome ir.
Una vez en mi cuarto comienzo a rebuscar en el libro, y a experimentar con él; tratando de hacer contacto con Isabel.
Pasan las horas y cae la noche aún no habiendo logrado nada, hasta que termino distrayéndome mirando por la ventana.
De repente, las páginas del libro se pasan por una brisa fría que entra por la ventana y capturan mi atención. Leo el encabezado de la página, que dice “Silbido Silencioso”, y sigo leyendo hasta darne cuenta que es lo que he estado buscando.
Salgo a toda velocidad de mi habitación y entro a la de mi madre (para saber si está dormida), y me doy cuenta de que descansa tranquilamente bajo sus sábanas.
- Pobrecilla... después de haber pasado tantas molestias por mí, terminé no aceptando ese esfuerzo - Me digo a mí mismo. - La lasaña sigue en el calentador...
En un segundo dejo eso a un lado, busco algunos ajos en la cocina y regreso a mi habitación. Al llegar allí leo a toda prisa las instrucciones del libro y de momento, tras levitar el libro y salir un poco de polvillo verde de sus páginas, aparece ella: Isabel.
- Ja, ja, ja. Este es el momento que he estado esperando. ¡Niño estúpido! – Dice Isabel, en un tono burlón. - Que fácil ha sido engañarte, ¡sólo tuve que sembrar un poco de duda en tu mente y listo! -
Inmediatamente dicho ésto un silbido salió por sus labios e hizo estruendo en toda la casa. El silbido era extraño: casi visible y muy silencioso, pero con un poder paranormal increíble.
- ¡No! No te escaparás niño. Este sonido no significa nada, a los mortales normales sólo les provoca pesadillas. – Dice Isabel, mientras yo me muero del miedo y comienzo a llorar llamando a mi madre.
- ¡Madreeee! – Grito con todas mis fuerzas. - ¡Madre, madre, madre!
- Ja, ja, ja. Nada de lo que hagas te puede salvar, pagarás el precio de tu estupidez con tu vida. – Dice la fantasma, mientras se acerca despacio hacia mí. - Un platillo especial para mi paladar. ¡Gracias por ayudarme a reencarnar!
Mi madre se despierta después de una extraña pesadilla a las 12:06 a.m. y tiene un fuerte presentimiento de que algo anda mal. Lo primero que hace es dirigirse a mi habitación.
¿Por qué todo tuvo que ser así?, ¿por qué una tragedia como esta?
... Al entrar a la habitación, sólo encuentra mi cuerpo yaciendo prácticamente sin vida en el suelo.
- ¿Madre? – Pregunto.
- … ¡Francis! ¿Qué pasó aquí? – Grita mi madre, desesperada.
- Mamá... – Es la primera vez que le llamo así, mamá.
- Por favor, Francis, no te vayas. ¡Eres todo lo que tengo! – Grita mi madre llorando desconsolada.
- No puedo quedarme más, es hora de irme mamá. Por favor, siempre recuerda... que te amo.
Y ese es el momento en que mis ojos se cierran para jamás volver a abrirse.
- Sí madre, lo que digas – Respondo. Apago el televisor aunque están dando mi programa favorito “Ghost Hunters” y me voy a mi habitación.
Mi madre siempre dice que esos programas de terror van a terminar dañando mi mente, pero me niego a creerlo; no es posible que un simple programa de fantasías sobrenaturales pueda dañar algo.
Busco mi pijama, hago la oración diaria y me acuesto a dormir; justo como todos los días. Y, como ya es un hecho diario, me cuesta muchísimo conciliar el sueño. Es así desde que tengo memoria, pero creo que ha empeorado desde que tengo los 15 años. Mi madre, como siempre, sólo dice que me pasa por estar viendo esos ‘tontos y ridículos programas de terror’, pero pienso que hay una razón que va más allá de eso.
... La verdad es que siempre que me acuesto a dormir siento que hay alguien que me vigila desde el lado opuesto de la habitación; a veces es un poco espeluznante, pero creo que estoy comenzando a acostumbrarme a esa presencia. Espero algún día poder hablar con esa persona y saber por qué me vigila.
En mi cama, acostado, veo mi reloj de pared marcar las 12 a.m. y aún sigo sin dormir. Con esta rutina nocturna no es difícil imaginarse por qué tengo tan prolongadas ojeras debajo de los ojos.
En este cuarto siempre me pasa algo misterioso, es que después de las 12:06 a.m. del reloj de pared nunca tengo conciencia de lo que pasa a mi alrededor. Despierto sin recordar nada a excepción de ver la luz del sol, y con un gran hueco en la mente, como si mis sueños hubiesen sido extraídos.
Antes solía temer mucho ese extraño evento, ahora es tan sólo un momento más de mi día.
Tic Toc, Tic Toc
12:05 con 56 segundos, marca el reloj; 12:05 con 57, 58, 59…
12:06
- Hola, Francis, ¿sabes quién soy? – Dice una voz siniestra, que sale de entre una espesa neblina que no me deja ver nada. No sé dónde estoy, ni cómo llegué aquí.
- ¿Quién eres? – Pregunto, con un tono algo confuso en mi voz.
- ¿Acaso no me has sentido observarte todas estas noches?, ¿no me has sentido devorar tus sueños? - Dice la voz, y se erizan todos los vellos de mi espalda. ¿Quién es y qué quiso decir con devorar mis sueños? Quizás es quien provoca mi amnesia nocturna.
- Dime, ¿quién eres? – Le digo valientemente, tratando de hacer que mi voz suene lo más segura posible.
- Ja, ja, ja. Mi nombre es Isabel, la condesa. – Dice ella con una extraña satisfacción en la voz, mucho más femenina que antes.
Pienso durante unos segundos qué debería decir.
¿Estaría bien si pregunto lo que quiero saber o sería muy peligroso?
- ¿Por qué me vigilas siempre? – Termino preguntando, y trato de dejar mis dudas a un lado.
- ¿Acaso no temes, pequeño? – Dice Isabel, mientras muestra algo de intriga en su cara.
- ¿Por qué habría de temerte? Esto es sólo un sueño - Digo haciendo énfasis en la palabra ‘sueño’. Ella me mira con un brillo en los ojos.
- Entonces ya te has dado cuenta… - Dice Isabel – No todos los chiquillos con quienes hablo se percatan de que están soñando. - Continúa.
- ¿Por qué no me habías hablado antes? – Pregunto esta vez. Tratando de obtener tanta información como me sea posible.
- Eso no importa, Francis. Ahora lo que importa es que me busques. Búscame en tus sueños. - Dice ella y comienza a desvanecerse entre la ahora más espesa neblina.
...
- Francis, es hora de levantarse. Apresúrate o llegarás tarde al instituto. – Grita mi madre desde el piso de abajo.
Despierto y luego me siento en el suelo, a tratar de comprender mi sueño reciente.
No me cuesta mucho creer en todo lo que ha pasado, porque siento que hay alguien allí, mirándome.
Todo está claro para mí ahora, mi objetivo es encontrar una manera de ver a Isabel. Debo saber por qué soy tan atractivo para ella.
...
- ¿Alguna vez has visto un fantasma? – Le pregunto a mi madre, con un poco de temor a lo que pudiera responder.
- Hijo… - Pronuncia ella cariñosamente y pone su mano sobre mi cabeza – En verdad a veces me asustas. Mírame... sólo quiero que sepas que cualquier cosa que hayas visto fue sólo un producto de tu imaginación. Y ya deja de pensar en eso, me inquietas.
- Uhm… está bien, madre – Digo con inocencia, para tranquilizarla.
Mi madre me abraza, me da mi almuerzo y sale afuera a esperar que me suba al automóvil de mi padre, como de costumbre.
Mi padre no vive con nosotros, se fue de casa cuando yo tenía sólo 5 años. Ahora todo lo que hace es darnos, de vez en cuando, transporte.
Al llegar al instituto voy directo a la biblioteca y me escondo sigilosamente. De inmediato me pongo a leer libros sobre temas sobrenaturales, buscando la manera de contactar con Isabel.
Pasan varias horas, cuando al fin encuentro en la última esquina de la biblioteca un libro que podría ser de utilidad. El libro dice en la portada "Druida Blanco". Lo escondo en mi mochila, y me voy de la biblioteca tan sigiloso como llegué a ella. Luego espero en el baño el timbrazo de salida, y a mi padre para ir a casa.
...
- Hola hijo, que bueno que llegaste – Dice mi madre con una amplia sonrisa en la cara. - ¿Ya te sientes mejor?
- Hola madre, ¿qué hay de comer? – Digo con la cara más inocente que puedo mostrar, ignorando la segunda pregunta.
- Bueno, he hecho tu comida favorita, ¡Te preparé lasaña! - Dice ella muy emocionada.
- ¡Sí, muchas gracias madre! – Digo indudablemente feliz – Pero... creo que debo hacer algo más… lo siento. ¿Puedo tenerla luego? - Y sin decir una palabra mi madre me mira con ojos de consentimiento y mueve la cabeza dejándome ir.
Una vez en mi cuarto comienzo a rebuscar en el libro, y a experimentar con él; tratando de hacer contacto con Isabel.
Pasan las horas y cae la noche aún no habiendo logrado nada, hasta que termino distrayéndome mirando por la ventana.
De repente, las páginas del libro se pasan por una brisa fría que entra por la ventana y capturan mi atención. Leo el encabezado de la página, que dice “Silbido Silencioso”, y sigo leyendo hasta darne cuenta que es lo que he estado buscando.
Salgo a toda velocidad de mi habitación y entro a la de mi madre (para saber si está dormida), y me doy cuenta de que descansa tranquilamente bajo sus sábanas.
- Pobrecilla... después de haber pasado tantas molestias por mí, terminé no aceptando ese esfuerzo - Me digo a mí mismo. - La lasaña sigue en el calentador...
En un segundo dejo eso a un lado, busco algunos ajos en la cocina y regreso a mi habitación. Al llegar allí leo a toda prisa las instrucciones del libro y de momento, tras levitar el libro y salir un poco de polvillo verde de sus páginas, aparece ella: Isabel.
- Ja, ja, ja. Este es el momento que he estado esperando. ¡Niño estúpido! – Dice Isabel, en un tono burlón. - Que fácil ha sido engañarte, ¡sólo tuve que sembrar un poco de duda en tu mente y listo! -
Inmediatamente dicho ésto un silbido salió por sus labios e hizo estruendo en toda la casa. El silbido era extraño: casi visible y muy silencioso, pero con un poder paranormal increíble.
- ¡No! No te escaparás niño. Este sonido no significa nada, a los mortales normales sólo les provoca pesadillas. – Dice Isabel, mientras yo me muero del miedo y comienzo a llorar llamando a mi madre.
- ¡Madreeee! – Grito con todas mis fuerzas. - ¡Madre, madre, madre!
- Ja, ja, ja. Nada de lo que hagas te puede salvar, pagarás el precio de tu estupidez con tu vida. – Dice la fantasma, mientras se acerca despacio hacia mí. - Un platillo especial para mi paladar. ¡Gracias por ayudarme a reencarnar!
Mi madre se despierta después de una extraña pesadilla a las 12:06 a.m. y tiene un fuerte presentimiento de que algo anda mal. Lo primero que hace es dirigirse a mi habitación.
¿Por qué todo tuvo que ser así?, ¿por qué una tragedia como esta?
... Al entrar a la habitación, sólo encuentra mi cuerpo yaciendo prácticamente sin vida en el suelo.
- ¿Madre? – Pregunto.
- … ¡Francis! ¿Qué pasó aquí? – Grita mi madre, desesperada.
- Mamá... – Es la primera vez que le llamo así, mamá.
- Por favor, Francis, no te vayas. ¡Eres todo lo que tengo! – Grita mi madre llorando desconsolada.
- No puedo quedarme más, es hora de irme mamá. Por favor, siempre recuerda... que te amo.
Y ese es el momento en que mis ojos se cierran para jamás volver a abrirse.
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Misterio & Drama.
Algo de prosa, para variar.
Disculpen mi falta de práctica. Trataré de subir más, me hace falta desarrollarme en ese ámbito.
Meryovi De Dios ~
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