jueves, julio 19, 2007

Tu Vida Sigue

Se despertó de madrugada por culpa de otra pesadilla. No había podido dormir bien las últimas noches, algo la atormentaba y ella sabía bien qué era.

- Otra vez… -dijo, mientras buscaba a tientas sus anteojos por encima de su mesa de noche.

Se levantó de la cama y fue a la cocina a por un vaso de agua. Mientras se lo tomaba se quedó mirando hacia afuera por la ventana.

- Ya han pasado dos días desde la última vez que nos vimos… -murmuró–. Tengo que ir a verlo mañana con urgencia…

Se escucharon pasos provenientes de la escalera, alguien se acercaba.

- Alicia, ¿eres tú? ¿Qué haces despierta a estas horas? – Era su madre, al parecer había despertado al escucharla rebuscando en la cocina.
- Sí. Me desperté por una pesadilla… de nuevo…
- Hija… ¿Hay algo que te moleste? ¿Algo que quieras contarme?
- No, no mamá, no hay nada –estaba nerviosa.
- Bueno… sabes que puedes contarme cualquier cosa, hijita.

“Oh sí, claro” pensó Alicia. Su madre siempre se preocupaba mucho por ella, pero nunca la comprendía.
- Trataré de dormir… ¡Buenas noches! –y subió las escaleras corriendo, sin dejar a su madre decir nada más.

Esa noche la luna era brillante y creaba una hermosa atmósfera en la casa, a Alicia le encantaba verla así. Al subir a su habitación contempló el ambiente por algunos minutos, pensando en mil cosas… Noches como esa le revivían mil memorias.
Al final quedó dormida, recordando un día muy especial…

Fue una noche de invierno, se había extraviado camino a casa de una amiga por haber intentado tomar un atajo. Se resbaló y se torció el tobillo.
Mientras buscaba el camino correcto un señor mayor la encontró y la llevó a su casa. Estaba muy asustada, pues estaba indefensa.
Cuando hubieron llegado a la casa, él la recostó en su cama y le untó un extraño ungüento en la herida, después le ató unas vendas y le dio masajes. Hablaron por un buen rato de muchas cosas y se sintió cómoda, como no se sentía con nadie más.

“Con él las cosas son distintas.
El tiempo parece no pasar,
los días parecen no correr;
me siento dichosa.”


Se escribiría en su diario esa noche.
Quedó enamorada del viejo y de esa noche en adelante lo veía siempre que le permitían salir.

No había pasado mucho tiempo cuando él comenzó a enfermar. No sirvió de nada visitar todos los médicos de la pequeña ciudad porque ninguno pudo detectar el motivo de su enfermedad.
Su vida se acababa y ella no podía hacer nada para evitarlo.


Despertó con el ruido que hacía su hermano en el patio de atrás, se levantó rápido de la cama y fue a prepararse, era hora de salir.

- Mamá, iré un rato al parque –mintió, pero era la única forma de que la dejaran salir.
- ¿A qué hora regresarás?
- No te preocupes, no creo que me tarde mucho –ella sabía que de durar mucho no podría volver pronto, y no quería que fuese así.
- Muy bien. Cuídate mucho hijita–. Y la niña salió disparada por la puerta a toda velocidad.

Tenía el camino perfectamente memorizado, por lo que no tardó mucho tiempo en llegar. Tocó la puerta y sólo escuchó una fuerte tos desde dentro, se dio cuenta que la puerta estaba abierta y entró despacio, sin hacer mucho ruido.

- Hola –dijo. Y miró al pobre hombre que estaba tendido en su cama, se veía en muy mal estado, mucho peor que la última vez que se vieron.
- Hola… mucho gusto volver a verte... –le respondió el hombre, sin moverse mucho.
- ¿Te sientes mejor? Perdón por no venir antes… sabes cómo es mi madre.
- No mejoraré… soy consciente de ello. Y no te preocupes, creo que has llegado justo a tiempo…
- ¡No digas eso!
- ¿Por qué? Tú sabes que es así y no tienes que ocultármelo –se hizo un breve silencio entre los dos–. Mi existencia ha sido irónica... –declaró él-: Busqué amor toda mi vida y lo encuentro ahora, al borde de la muerte. Además, lo encuentro en alguien cuatro veces menor que yo, donde nunca lo hubiese buscado antes... –Alicia se acercó más a él y se recostó en su pecho con suavidad.
- Quiero morir contigo –dijo serena y sus ojos se fueron llenando de lágrimas.
- Ali… no digas tonterías. Vas a olvidarte de mí y a tener una vida feliz ¡Tu vida recién comienza! –replicó él, levantándose de la cama–. Hazlo por mí… -y tras pronunciar estas palabras de desplomó de regreso a su cama, tosiendo severamente.
- ¿Sabes? Eres la única persona que me ha comprendido. No tienes idea de lo difícil que es para mí saber que te vas.
- Tal vez tú eres la única… que me ha comprendido a mí… –apenas pudo decir en medio de su tos. Al oírlo, ella lo apretó un poco más fuerte–. Me da pena que lo nuestro nunca hubiese podido ser, aun así quiero que sepas que te amé.
- Yo también te amé a ti –comenzó a quitarle las lágrimas de los ojos con el poco de fuerza que le quedaba.
- Si amas algo déjalo libre… –susurró él y ella lo miró con detenimiento por unos segundos.
- Si amas algo déjalo libre… –repitió.

Los dos permanecieron en silencio por un rato.

- Creo que debes irte… –se forzó él a pronunciar.
- Pero… ¡quiero quedarme más! –dijo ella, y se levantó agresivamente.
- No puedes... debes irte, y lo sabes…
- No quiero. Ya nada más importa, no te volveré a ver. Me da lo mismo si me dejan salir de nuevo o no… –y comenzó a llorar otra vez.
- Está bien… quédate. Durmamos juntos….
- Sí –respondió decidida. Sabía que a pesar de todo él quería que ella estuviese ahí cuando muriera.


Al despertar, él ya no estaba ahí, se había ido. Fue de inmediato a llamar una ambulancia, aunque sabía bien que nada podía hacerse.

- No te olvidaré –lloraba diciendo–. Nunca te olvidaré –y se sentó al lado del hombre que yacía inerte, sujetando su mano hasta que llegaron los médicos.


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Ah... que melodramático... =P

Meryovi De Dios ~

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